lunes, 28 de septiembre de 2009

Sin ver



El guardia se puso delante del teclado y formuló la denuncia. El ladronzuelo de Lavapiés había sido pillado y llevado al calabozo. Tantas carteras robadas y bolsos abiertos entre la multitud, tantas veces en el centro de todas las pesquisas sobre hurtos y ahora era un minúsculo punto en aquel cuarto oscuro. Su abogado defensor le explicó como presentaría el litigio para que la pena fuese minúscula. Juan asumía que la vendimia de todas aquellas sustracciones había terminado pero se resignaba a creer que sería juzgado y encarcelado por todos los robos realizados. La desesperación de verse en la cárcel con gentes a las que había robado le congestionó el alma. Entonces pensó: quizás no haya juicio, quizás no los vea. Cogió la cuchara de la comida, se la acercó a la cara y se sacó un globo ocular, luego el otro. Ahora ya no los vería.

3 comentarios:

  1. Uffffff que fuerte, me ha parecido, me he quedado un poquito helada, bueno tienes madera de escritor...un poco diabolica jjajajaajajaja
    seguire visitandote, hasta pronto, saludos.

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  2. Ufff el mismo se infringio el castigo de su verguenza...un relato muy bien escrito amigo mio y sobrecogedor...besitossss con cariño

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  3. Desde luego así no los verá, pero se perderá muchas cosas buenas también.

    Besos

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