
Sólo le comenté algunas verdades de lo que me ocurría y la cara de mi abogado era la de un espectro del más allá. Yo no entendía de malversación, ni de nada, le dije, y me habían colocado una multa que no pagaría ni en una vida entera en el ayuntamiento. Le expliqué, como mejor supe, que yo no era de esos que van gastando los fondos públicos, ni colocando a sus amigos en puestos oficiales. Le dije que el morbo estaba servido si salía a relucir la incoación del caso y que era su jurisdicción salvarme de aquel atropello. Le comenté, que si salía impune, su mujer y su hermano trabajarían para mí en el ayuntamiento.


labrador en tierras que nunca serán suyas. Necesitaría ser dos horas el político que gobierna nuestras vidas y denegarle todo lo que él deniega, necesitaría sólo dos horas para tirarlo en la necesidad y no ayudarlo en nada. Creo que con dos horas me serían suficientes para ver en el rico la cara de la pobreza, con sólo dos horas para hacerle sentir el desprecio que ejerce la riqueza sobre la misma vida.

