miércoles, 26 de agosto de 2009

Guerrilla




Descendió la ladera a toda velocidad intentando ocultarse de sus perseguidores. La adrenalina le cabalgaba por la venas al ritmo que su corazón desbordado le ordenaba. Quitó el dedo del gatillo y se relajó detrás de una gran piedra. Sabía que ese no era un lugar adecuado porque no protegía todos sus flancos pero debía dar una tregua a su cansancio. Tomó aire y decidió cubrirse tras unos bidones caídos. Antes que pudiera abandonar el recoveco de la piedra oyó como dos de sus enemigos hablaban acercándose, los tenía tan cerca que casi podía oler el acero de sus armas. De pronto todo se quedó en silencio, sólo el silbido del viento contra la roca. Sus pulsaciones volvieron a hervir. Una sombra corrió por delante suya. El silencio quedó quebrado por un disparo certero que le dio en el pecho. El olor a pintura del proyectil que chocó contra su chaleco inundó el recoveco de la roca

No hay comentarios:

Publicar un comentario